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viernes, 26 de septiembre de 2014

Juan sígueme, vamonos de putas, Juan sígueme, es por el PIB de España...

La vaca de la economía española está flaca, muy flaca y cada vez que busca en el prado yermo de la reactivación un manojo de brotes verdes que poder rumiar tranquilamente no halla más que briznas de hierba reseca. Los granjeros, que ya no saben qué hacer para vender al público que ese saco de huesos famélico engorda a ojos vista, tienen, en una de sus sesudas reuniones, una idea fantástica: informar que la vaca coge peso porque se prostituye y se droga.

Hasta la fecha, el cálculo del Producto Interior Bruto (PIB) de España no imputaba en sus balanzas contables dos actividades tan extendidas en el conjunto de la sociedad como ilegales como son la prostitución y esas sustancias estupefacientes que ni se recetan ni se venden en farmacia legal, algo que ha cambiado en este último curso. La incidencia de ambas en el cómputo global del PIB es residual, casi imperceptible, suponiendo apenas un 0,87% de un total de 1,049 billones de euros, pero que, por otra parte, no dejan de ser dos negocios que mueven cerca de 9.000 millones de euros al año.

De este modo, y añadiendo a la dieta de la vaca algún que otro elemento reconsiderado inversión en lugar de gasto, como es el caso de las partidas militares o de I+D+i, casi todos los granjeros sacan pecho porque la res que cuidan, su PIB, ha engordado un 2,6% más. Y lo mejor de todo, también le han comido terreno al déficit y a la deuda pública, según recoge la siguiente noticia del diario DEIA

Sólo el granjero económico, el granjero Luis de Guindos, no acaba de ver claro que el engorde de la vaca esté siendo tan espectacular como el granjero jefe, Rajoy, proclama a los cuatro vientos. Sí, gana peso, pero poco a poco y, a su parecer, todavía se necesita aún abonar mucho el prado con 'compost de reformas' para que la vaca pueda alimentarse bien y su aumento de peso sea todo lo fluido que debería ser.

Quizás por eso, para que la vaca tenga hierba que llevarse a la boca, lanzo al Gobierno una idea de eslogan que puede hacer suyo con el objetivo de reactivar un poco más la economía y elevar el PIB en unos cuantos puntos.

Se trata de adaptar una conocida canción:

'Juan sígueme, vámonos de putas....Juan sígueme tu gasto el PIB imputa, Juan Sígueeeemeeeee....
No puede ser, lo gasté en drogas, no puede ser, lo gasté en drogas, no puede seeeer...Eso da igual, las drogas también cuentan, eso da igual, las drogas también cuentan, eeeeeso da iguaaal....'


Porque amigos, si el país lo necesita, si el Gobierno lo necesita, quiénes somos nosotros para decir que no. Así que ya sabéis, a drogaros y a ir mucho de putas para que en el próximo informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) el PIB español haya crecido en puntos porcentuales tanto como en centímetros los penes de los abnegados patriotas dispuestos a vaciarse por la causa.    

martes, 23 de septiembre de 2014

Wrong Mans, una fantástica equivocación

Hace unos días cayó en mis manos una serie de televisión inglesa que recomiendo encarecidamente a todos aquellos que quieran pasar un rato echando unas risas a costa de las desventuras de la típica pareja de tipos corrientes con vidas insulsas que experimentan un giro de 180º por estar en el lugar menos idóneo en el momento menos oportuno. Su título, Wrong Mans.


Su duración, tan sólo seis capítulos de menos de media hora cada uno, fue una de las bazas para que me dejase seducir por esta ficción británica. Porque no hay nada más tedioso que pasarse plantado en el sofá casi una hora de tu tiempo aguantando, durante un buen puñado de semanas, una serie que no merece ni el esfuerzo de volver a meter en el microondas las palomitas que no se hicieron en el primer momento, siempre con la falsa promesa de 'quizás en este capítulo acabe de despegar'.

Una temporada, seis episodios, 180 minutos de diversión

La trama argumental es muy sencilla, a la par que efectiva. El típico juego de equívocos provocado por estar en el lugar y momento erróneos. En esta ocasión, el 'error' no es otro que el de atender a la llamada de un teléfono móvil que un tipo que presencia un accidente de tráfico oye sonar en la cuneta de la carretera una vez se han marchado de allí los efectivos desplegados, policías, médicos... y una voz le advierte que tiene de tiempo hasta las cinco de la tarde para pagar sus deudas. En caso de no hacerlo, su esposa pasará a mejor vida.

Sam Pickett, que así se llama el protagonista, se verá envuelto, a partir de entonces, en una carrera desenfrenada por salvar la vida a una mujer, introduciéndose en un mundo en el que nadie es lo que parece ser a primera vista y saltando de una situación surrealista a otra mayor aún con el objetivo de mantener su pellejo entre el de los vivos. Todo con la ayuda inestimable de un compañero de trabajo, Phil Bourne (apellido que suena a guiño cinéfilo), 'metido en el ajo' por una circunstancia tan o más casual que la del propio Pinkett.

Las situaciones se suceden a una velocidad vertiginosa, pasando, siempre con un punto cómico muy bien logrado, de secuestradores a mafiosos, asesinos a sueldo y otros tipos de malas artes que no dudarán en hacer las vidas de nuestros protagonistas un poco más complicadas y emocionantes.

Reconocimientos a un buen producto

Así pues, no es de extrañar que Wrong Mans, no pasase desapercibida para los críticos, y haya sido nominada para dos premios Bafta, mejor guión de comedia y Mejor actuación masculina en un programa de comedia.


Y ello, nos lleva a otro reconocimiento no menos importante, la confirmación, por parte de la BBC Two del rodaje de una segunda temporada. El nivel está alto, sin duda, pero Sam Pinkett y Phil Bourne tienen la inconsciencia necesaria como para enfrentarse y superar este reto con creces.

lunes, 22 de septiembre de 2014

'From de dusty Mesa' a Colin Farrel en True Detective

Todavía de cuando en cuando en mi cabeza resuenan los acordes pausados y lánguidos de la excelente canción de la excelente cabecera de la no menos excelente serie de televisión True Detective, a la que debo, entre otras cosas, el descubrimiento de que Matthew McConaughey tiene dotes actorales, tal y como apuntaba en su interpretación de asesino a sueldo algo particular en la película Killer Joe.

Hasta entonces, la mejor actuación de Matthew que servidor recordaba haber visto era la de 'famoso perjudicado abandonando un local de copas a las tantas de las madrugada en Madrid'. Lo confieso, en aquella ocasión la construcción de su personaje me emocionó hasta la lágrima. Quizás porque en el fondo siempre he sido muy de los actores del método y porque el bueno de Matthew, entonces, y sólo entonces, decidió empinar el codo hasta dejar la noche madrileña sin existencias alcohólicas con el único fin de lograr aquella mirada perdida de ojos acuosos y aquellos andares zigzagueantes e inestables con los que regalar a las audiencias de casi todos los programas de temática rosa del planeta una interpretación memorable.

Y aunque las malas lenguas (y las buenas también) siempre me han insistido en que de actuación hubo más bien poco y sí mucho de borrachera auténtica, yo, en mi fuero interno, me he resistido a creer que así fuera por más que el tiempo y las evidencias me inviten a pensar que he vivido, y vivo, en un error.

Ahora, tras meses de especulaciones acerca de quién podría meterse en la piel de los protagonistas de la segunda temporada de la serie, su creador, Nic Pizzolato, vuelve a jugar fuerte apostando por otra cara del star-system de Hollywood, el bueno de Colin Farrel.

Celebro la elección, del mismo modo que la hubiese celebrado si el elegido resultara haber sido el gran Tortell Poltrona, porque eso significa que queda menos para que los nuevos capítulos de True Detective lleguen a nuestras pequeñas pantallas y eso, queridos amigos, es una buena noticia.

Las expectativas son altas. La ciudad de Los Ángeles será el lugar elegido para desarrollar los ocho capítulos de esta trama que, como en la temporada anterior, partirá de un asesinato como eje central de la trama. Hasta entonces seguiremos recordando, como dice la canción, a las siluetas de Woody Harrelson y del bueno de Matthew bajando del coche patrulla: 'from the dusty Mesa, her looming shadow grows...'

jueves, 18 de septiembre de 2014

Diario de un infrahéroe, capítulo 1

Hoy, como aperitivo, el capítulo primero de la novela que unos amigos están escribiendo a tres manos porque uno de ellos es manco.

Caminaba sin prisa. Sus pisadas se perdían en una reverberación infinita. Esa soledad inusual para una ciudad bulliciosa y tan llena de vida le hacía sentirse como el único ser humano del planeta. Era Vincent Price, era el 'Último hombre sobre la tierra', un solitario deambulando por las venas de asfalto de una metrópoli desangrada, yerma, fantasmagórica. Una sensación que la luz amarillenta de las farolas ayudaba a incrementar tiñendo las calles de un color sepia lánguido y mortecino, como de fotografía antigua.

La velada había sido perfecta, 'parmenífica' según Alfonso, amigo y aprendiz de filósofo con cierta propensión a inventarse juegos de palabras relacionando grandes pensadores. Esta acuñación refería a algo que sale mejor que bien y su tributo era para Parménides y su 'Ser redondo'.

Primero, cena en un restaurante chino sin que el camarero sirviera el café con leche casi al tiempo que el primer plato, con la cuenta junto a la cucharilla grapada a uno de los sobres de azúcar. Si nadie del Salón Amistad te azuzaba hasta el punto de tener que llenar tus carrillos de comida como un hámster y salir con ella almacenada por la puerta para dejar tu mesa a un nuevo hámster, no cabía otra que interpretarlo como un buen augurio.

Una comida tranquila dio pie a una sobremesa distendida en la que ocupar el pensamiento en lo paradójico que resultaba el nombre de muchos de aquellos restaurantes en los que la palabra 'amistad' era, aparentemente, condición 'sine qua non' para su apertura. Porque poco o nada había de amistoso en servirte platos a la velocidad de la luz con el único objeto de sacar tu culo del asiento sobre el que lo habías sentado segundos, todo para poder ofrecérselo a otro cliente. ¿Qué relación de 'amistad' podía entablar si la interacción social entre parroquianos del local y el párroco encargado de tomar nota era tanto o más fugaz que la de dos perfectos extraños en una convención de 'speed dating'?

Después de llegar a la conclusión que él y el Salón Amistad con suerte se etiquetarían como conocidos, Román decidió rematar la velada yendo al cine.

La película no le defraudó. Incluso rebasó todas sus expectativas, que eran muchas. Después de actualizar con gran acierto dos obras magnas del celuloide como 'Rambo' y 'Rocky' Román se creía en disposición de poder afirmar sin miedo a equivocarse que el genio de Sylvester Stallone con 'Los Mercenarios' había dado otra vez en el clavo. En su condición de cinéfilo fagocitador de largometrajes, indistintamente del género que se tratase, ésta era ya una obra casi maestra del séptimo arte.

Aciertos tenía muchos, pero él destacaba su dirección en particular. Román opinaba que pocos directores habían reunido un elenco de actores del calibre de Dolph Lundgren, Jean Claude Van Damme, Bruce Willis, Jet Li, Mickey Rourke o el propio Sylvester Stallone bajo los mismos focos sin que ninguna interpretación sobresaliese por encima de las demás.

¡Cuán equivocado estaba el puñado de espectadores que le habían acompañado en la sala cuando, al acabar la proyección, le dieran la razón sobre la homogeneidad del registro de actuación del reparto a través del sarcasmo! Desde su modesta opinión de amante del cine, aseverar que ningún actor ponía más cara de palo que el resto porque la escoba que parecían tener en el culo a la hora de interpretar les molestaba a todos por igual era poco menos que una herejía.

Sin embargo, en el otro extremo de la balanza, el de los pequeños pero sutiles errores, el que separaba a 'Los Mercenarios' de obra casi maestra a obra maestra con mayúsculas no era otro que el de la ausencia de Chuck Norris en la cinta. En una película de acción las tortas eran menos tortas sin él. Sonaban hasta diferentes, menos fuertes. Ése era su punto de vista, el de uno de los pocos cinéfilos del mundo, por no decir el único, capaz de sostener la teoría de que la industria del cine estaba adulterada desde el preciso instante en que los premios Oscar no habían tenido, jamás, como nominado a mejor actor a semejante talento interpretativo.

Tenía la certeza que de haber contado con Chuck Norris en sus títulos de crédito 'Los Mercenarios' estaría a la altura de clásicos como 'Ciudadano Kane'. Es más, conociendo cómo se las gastaban esos tíos duros y parafraseando su forma de hablar, no dudaba en que 'Los Mercenarios' habrían agarrado al jodido ciudadano Kane por los mismísimos huevos, le habrían arrancado su puta cabeza de cuajo y se habrían meado sobre su cadáver antes de volarlo en mil pedazos con media tonelada de jodidos explosivos.

La imagen de un Orson Welles forrado de los pies a la cabeza con cartuchos de dinamita mientras Sylvester Stallone le dedicaba unas últimas y siempre ocurrentes palabras, de esas que sólo están al alcance de los héroes de acción y de superhéroes como Spiderman, de las que suenan a algo así como: “siempre creí que la noticia de su muerte sería la bomba, pero no imaginé que tanto. Hasta nunca, señor Kane, está usted a punto de hacer Rose...¡pum!”.

Román no pudo evitar que aflorara una sonrisa en su labios. Su ingenio le sorprendía incluso a él. Su agudeza quevediana no tenía parangón cuando se trataba de hacer juegos de palabras.
El regocijo de su probada habilidad para generar divertimentos lingüísticos brillantes se truncó de forma abrupta al tropezar con uno de los cinco componentes de un grupo de jóvenes que parecía haber salido de entre las mismas sombras de la noche.

-Lo siento, no os he visto, iba distraído- se disculpó Román.

Retomó su paseo de vuelta a casa, pero su intento de sortear al sujeto con el que acababa de chocar acabó con ambos frente a frente de nuevo.

Román atribuyó el segundo encontronazo a un leye no probada empíricamente pero igual de irrefutable que la de la gravedad, la por todos conocida 'Ley Espejo del transeúnte'. El principio que a grandes trazos resume que en caso de detener tu marcha porque te has encontrado con alguien delante cuando ambos la reanudéis, yendo a izquierda o derecha, se hará en la misma dirección, para veros de nuevo en la misma tesitura.

Sin embargo, varias fintas de resultado infructuoso más tarde, Román sospechó que bajo esos encuentros continuos subyacía un motivo que iba más allá del bucle estándar de la 'Ley Espejo del transeúnte'. Una conjetura transmutada en certeza en el instante en que la mano del tipo al que estaba tratando de sortear en vano desapareció en uno de los bolsillos de su cazadora, para reaparecer sosteniendo una navaja entre sus dedos.

-¡Zas, zas, Magia Borrás, capullo!-le espetó aquel chaval a Román blandiendo la hoja de la navaja a escasos centímetros de su nariz.

Román retrocedió unos pasos, intimidado por el destello acerado del filo de aquella hoja de metal que paseaba tan cerca de sus fosas nasales como para preparar una brocheta de mocos.

Otro individuo cortó su retirada. Román miró alrededor, le habían rodeado y no había escapatoria posible. Mirara donde mirara, ahí había un tipo dedicándole una sonrisa burlonamente siniestra.

-¿Qué queréis de mí y qué piensas hacer con esa navaja?

-¿Tú que crees? Hemos venido a invitarte a comer naranjas porque eso es lo que hacen los extraños con navajas en la mano en las frías noches de invierno, buscar a alguien con quien compartir una rica y jugosa fruta a cambio de lo que éste lleve encima. Así que venga, ya estás soltando la cartera, el móvil, el reloj...todo.

-¿Vuestras madres no os han enseñado que robar no está bien?

-¿Y a ti te ha enseñado la tuya que es mejor no tocarle los huevos a alguien que puede apuñalarte en el cuello?- respondió el muchacho que sostenía el arma.

Román miró la navaja. Al principio le había parecido una réplica de chaira típica de bandolero del siglo XVIII ó XIX, pero al detalle se podía llegar a pensar si no sería en verdad de aquella época. La madera de la empuñadura se veía desgastada por el uso y la misma hoja cuyo metal en un principio le había parecido ver refulgir vivía al abrigo de una espesa capa de óxido. Era una ruina de faca. Muy grande, pero una ruina.

-Espero que antes de apuñalarme con la reliquia familiar de vuestro clan de salteadores de caminos me vacunes contra el tétanos y que después te hagas un favor y con lo que saques del atraco compres otra arma. Algo más acorde a los tiempos, menos rústico.

El atracador miró su navaja. Román estaba en lo cierto, era un asco de arma, tanto que hasta el más cutre de los desvalijadores sentiría vergüenza de amenazar con ella a sus víctimas. Lo era incluso más de lo que Román sabía.

-No sé, creo que unos palos con unas lascas de sílex amedrentarían más que...eso. Es más, un troglodita con una piedra infundiría más respeto que tú como asaltante. Y que conste que te lo digo desde el respeto de quien está siendo víctima de un robo-apostilló Román.

-Bueno chico, qué quieres, es lo que tiene armarse en una tienda de todo a un euro. No todos somos tan guay como para ir con pistolas de cachas personalizadas- pareció disculparse el atracador que acto seguido recuperó el tono amenazador inicial -.Además, me basta y me sobra para rajarte el cuello y desangrarte como a un cerdo si no te callas de una puta vez y aflojas todo lo que llevas encima.

Y para demostrar que sus palabras no eran meras bravatas de chulo de barrio, que era perro mordedor, agitó con violencia la navaja en el aire. La sacudió tan fuerte que cuando cesó en sus aspavientos la hoja se desprendió de la empuñadura como un tomate maduro de la mata. Fue una caída lenta casi anunciada para los seis pares de ojos estupefactos que la contemplaron precipitarse al vacío para acabar hundiéndose en la puntera del zapato del atracador que la sujetaba.

Román le miró directamente a los ojos, reprimiendo una carcajada. Igual que el resto de los presentes.

-Qué situación tan embarazosa. Se palpa la tensión, casi se podría cortar con un cuchillo. Bueno, menos con el tuyo, que ha preferido suicidarse-bromeó Román, que volvió a felicitarse por su ingenio.

Se oyeron unas risas apagadas. El hasta aquel momento portavoz del grupo de atracadores enrojeció, primero de vergüenza, después de rabia. Hasta sus colegas se estaban burlando de él.

-¡Callaos, coño!-gritó al resto de sus compañeros.

-Qué quieres 'Pitu', aquí el chaval ha estado gracioso. No lo puedes negar-le respondió uno de ellos.

-Ya, bueno, pues deja que le diga tres cosas al rey del humor. Uno; la navaja se clava como puedes ver. Dos; te aseguro que cuando se clava duele, y mucho. Y tres; más te vale que cierres el pico, nos lo des todo y te largues cagando hostias antes de que logre sacármela del pie o te juro que te la meto por el culo y no paro hasta sacártela por la boca.

Román negó con la cabeza. El lamentable espectáculo de la navaja suicida le había envalentonado hasta el punto de creer que si se lo proponía podía deshacerse de aquellos tipos a torta limpia. Estaba harto de vérselo hacer a Chuck Norris. No tenía que ser tan difícil. Lo primero, hacerse el gallito para ganarles la partida psicológica. No en vano ellos eran cinco y él uno.

Si disponía de una oportunidad ésta pasaba, sin lugar a dudas, por predisponer a sus enemigos a la derrota, mellar su ánimo atacando desde el subconsciente.

-Ahora que estamos en igualdad de condiciones...debo advertiros que mis puños están catalogados como armas blancas y domino a la perfección el golpe de una pulgada o el de los cinco pasos.

El atracador que tenía enfrente miró a Román con la misma cara que la de un astronauta que se asoma a la ventana de la nave en la que viaja y se da de bruces con un extraterrestre en vez de con la tierra en la lejanía.

-O eres un alienígena o eres idiota. O las dos cosas. Somos cinco y todos nosotros dominamos el golpe sagrado u hostia.

-Seguís sin ser rivales para mí.

Román sonrió. Para dar un toque más aguerrido a su baladronada se tocó la nariz con el pulgar y después con un gesto les convidó a atacarle. Si algo había aprendido de Bruce Lee era que resaltar el preludio del castigo que se avecinaba a sus rivales tenía la misma importancia que los golpes que le sucederían.

La confianza infundada en que saldría airoso de aquel trance se evaporó en el tiempo que tardó en meterse la mano en el bolsillo del pantalón otro de los asaltantes. Un cachivache semejante a una máquina de afeitar eléctrica fue la causa.

-Ya estoy hasta los cojones de tanta tontería. A tomar por culo.

Un chispazo en el hombro. Eso fue todo. Román se desplomó. En apenas un segundo había pasado de ser un arma letal a ser un saco terrero de gimnasio. Las patadas voladoras, los golpes de kárate, los cinco pasos...todo debería aguardar tiempos mejores. Ahora era maestro involuntario de una técnica dolorosa, la que causaban un montón de voltios recorriendo tu cuerpo.

-¿Qué técnica es esa Kung Fu Panda, la del pez fuera del agua?

De no sentir que hasta la última de las fibras de su musculatura iba a estallar en mil pedazos, Román le habría reconocido lo acertado de su chanza al tipo que acababa de electrocutarle. Los espasmos y las convulsiones le conferían cierto aire de pez recién pescado que se agita para tratar de zafarse del anzuelo y regresar al mar.

-Coged todo lo que lleve encima este idiota y larguémonos- dijo el atracador de la navaja.
-¿Por qué tanta prisa, 'Pitu'? Va estar así un buen rato.

-Por la sencilla razón de que tengo la hoja de mi navaja clavada en el pie y eso es algo que a algunos tiquismiquis como yo nos resulta bastante molesto y doloroso. Así que si no es mucha molestia me gustaría ir a casa para arrancar a Excalibur del empeine.

Los amigos del muchacho asintieron y se afanaron en registrar los bolsillos de Román, a la caza de un botín para nada satisfactorio.

Román, anclado en las décadas de los ochenta y los noventa, era un tipo poco dado a la tecnología más allá de la de los videojuegos de guerra online. Llevaba un móvil antediluviano. En plena era de los 'smartphones' un Nokia 3210 no podía siquiera tener consideración de 'Neandertalphone'. Lo mismo que su dispositivo para escuchar música. Ni mp3, ni mp4, ni Ipod, ni nada que se le pareciese. Un walkman sin tapa ni botón de rebobinado que dejaba a la vista una cinta de cassette en la que podía leerse: 'The very best of Bangles'. Y en la cartera, un DNI a punto de caducar, sesenta y dos céntimos y un condón cuya fecha de caducidad había vencido meses atrás.

-Joder, este tío sólo lleva morralla. Ni el condón nos sirve de algo- se quejó el que le había aturdido con la descarga eléctrica.

Román vio alejarse a sus cinco asaltantes desde el suelo, roto de dolor por los espasmos musculares. El sucesor del Tempranillo y cía se marcharon sin volver la vista atrás, abandonándolo igual que a un sofá viejo, hablando de la porra eléctrica que uno de ellos le había levantado a su viejo, que era policía, según creyó entender Román, aún en estado de shock.

Después no supo decir con exactitud el tiempo que permaneció así, pero le parecieron años. No hubo auxilio. Nadie se interesó por su estado. Todos cuantos pasaron por su lado o no se percataron o no quisieron percatarse de su presencia hasta que un anciano se acercó para recriminarle su falta de decoro.

-Niñato del carajo, míralo ahí tirado, echando por la boca más baba que un caracol, borracho perdido. O drogado. Mierda de juventud- le espetó mientras le azuzaba el costillar con la punta de su bastón.


Acto seguido, el viejo siguió su camino sin dejar de farfullar la falta de mano dura y disciplina castrense que se necesitaban para enderezar estas generaciones a las que sus padres se lo daban todo hecho.

jueves, 2 de febrero de 2012

La amenaza no es Eros, son un abogado-cantante lírico, la niña que acabó la ESO sin repetir ningún curso y Cía

Hace unos días temí por el final de la humanidad tal y como la conocemos y por el de los españoles en particular. El asteroide Eros pasaba a unos veintiséis millones de kilómetros escasos de la Tierra. O lo que es lo mismo, la distancia que queda cuando circulas por el carril más próximo al carril Bus entre el retrovisor izquierdo de tu coche y el autobús de turno. En televisión estrenaban “¿Quién quiere casarse con mi hijo?” y se anunciaba la suspensión 'sine die' de 'Águila Roja' y 'Cuéntame'.

El miedo a morir por culpa de una pedrada cósmica de dimensiones ciclópeas o de los devastadores efectos secundarios que pudiera acarrear su impacto en nuestro planeta, inundaciones, maremotos, cambios climáticos como inviernos eternos, etc... no era mayor que un átomo en comparación al de sucumbir por culpa de otro 'calentamiento' más peligroso y letal para el ser humano: el neuronal.

Y es que para seguir agujereando la tenue 'capa de ozono' que protege a unos cerebros cada día más y más expuestos a las radiaciones de los 'rayos catódicos idiotizantes' procedentes del astro rey de los domicilios en formato Gran Hermano, Mujeres, Hombres y Viceversa, Granjero busca esposa, etc... a pocos días del estreno de GH 12+1 había que sumar el anteriormente mencionado "¿Quién quiere casarse con mi hijo?"

La causa de tanta zozobra no fue ver a José Luis & Toya en un reality en el que unas madres ayudan a sus hijos a encontrar su media naranja. Ver un yogur con cuarenta y largos colarse en un 'pack' de Petit Suisse es hasta de admirar. Los consejos de una madre valen igual, tengas 20 ó 60 años.

Así pues, lo preocupante no fue ver a un abogado y cantante lírico y su madre, viuda de diplomático según se definió, a la busca y captura de la mujer 'Casi lleno, por favor'. Y es que para esta dupla con reminiscencias berlanguianas de familia Leguineche y en especial la 'mater familitas' su nuera debía reunir las siguientes características: “ser del PP, católica y del Real Madrid”. O lo que vendría a ser, la versión “light” de Don Pepe, el personaje interpretado por Alfredo Landa en la comedia de los años 90, “Lleno, por favor” que como él mismo decía una y otra vez sólo creía en “Dios, en Franco y en Don Santiago Bernabéu”. Diría que hasta fueron la pizca de sal que adereza un guiso difícil de digerir.

Mi miedo se instaló cuando descubrí que alguien a quien preguntas por sus estudios cursados haga hincapié en haber finalizado la ESO sin repetir ningún curso o alguien cuya presentación sea algo parecido a esto:

Me han dicho que estudias periodismo. ¡Qué fuerte, igual que yo! Cuando he entrado he pensado que, bueno, era como si yo fuera tú, pero en tío, claro”.

Dos programas más y la 'capa de ozono' se habrá fundido, para dejar el cerebro como una ración de calamares a la romana, frito, frito, frito.

La cosa mejoraría si el abogado-cantante lírico mezclara sus dos ocupaciones. Sería demencial ver a un letrado engolando ante el Juez para decirle a lo Plácido Domingo:

Vea usted, señor Juez,
Inocente, es mi cliente.
No haga caso de esta gente,
¿A quién va a creeeeeer?

Para colmo, TVE retira 'sine die' la emisión de 'Águila Roja'. Y lo hace después de poner un anticipo que en tres minutos suscitaba más interés que todo el último capítulo de la temporada. Desnudos, negros superdotados, inquisición...

Un capítulo, donde por cierto, lo más lamentable, fue ver al nuevo Comisario morir por culpa de una 'colleja de pantera'. Ni despedazado, ni mordido, ni arañado. Nada. La pantera salta por encima y con un sutil golpe de 'kárate pantera' le atiza un patazo por encima del sombrero y adiós muy buenas. Hay finales tristes, pero el de este Comisario es para enmarcar.

En conclusión, que visto lo visto y lo que queda por ver, mucho me temo que Chanquete y el 1,2,3 de Kiko Ledgard puedan regresar a la parrilla de TVE porque es para lo que les da con tanto recorte y ajuste presupuestario, y que la fábrica de productos 'catódicos idiotizantes' sigue gozando de una salud excelente, la opción de que Eros nos fulmine tampoco es tan mala.

PD: A abrigarse que viene el frío y hasta para ver las noticias necesitaréis anorak, pues no se hablará de otra cosa. Como más o menos nos diría Piqueras: “Viento, frio y ahora nieve. España al borde del colapso, de la extinción. Esto es el puto Apocalipsis