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viernes, 11 de noviembre de 2011

Hola soy narco, ¿qué cuesta comprar un aeropuerto para traer mi droga?

Nosotros no tenemos a Horatio Cane. A los españoles para desarticular mafias internacionales no nos hace falta un tipo duro y con gafas de sol que se pasee por ahí con la cabeza ladeada como si acabaran de pegarle una pedrada. Porque nuestros mafiosos son trabajadores sencillos, corrientes y se han empapado de esa cultura empresarial tan nuestra del “no te compliques, que sale caro”. ¿Introducir droga en el país? Déjate de lanchas fueraborda en mitad de la noche o de submarinos en miniatura. Vamos, preguntamos qué cuesta una terminal de aeropuerto, la compramos y listos.

El negocio va bien, muy bien. Viento en popa. Tanto que quizás su partida presupuestaria para I+D sea superior a la que el Gobierno destine a todos los sectores de producción del país. Si bien tiene ese pequeño pero de ser ilegal hasta las trancas. Y burlar a la policía es un trabajo extenuante hasta para unos 'honrados' delincuentes que sólo quieren ganarse la vida vendiendo 'honradamente' su producto y con unos costes que disparan el precio de la mercancía.

Por eso, como en tiempos de crisis hay que buscar recortar gastos, las cabezas pensantes de la mafia se ponen cerebros a la obra. Son horas de mucha actividad mental, muchas las ideas que se barajan, hasta que uno de ellos se pone en pie y grita, ¡Eureka!

Un racimo de pistolas envuelven su cabeza. ¿Quién es Eureka? ¿Va a entrar por la puerta? ¿Nos has vendido a la policía, puto traidor? Son algunas de las preguntas que le llueven. Tras aclarar que no es más que una expresión cuyo significado viene a ser "¡Lo encontré!", explica a sus colegas mafiosos cómo introducir diez toneladas de droga a un precio más que razonable.

"¿Cómo?" le exhortan.

"Fácil, responde, vamos al aeropuerto de Ciudad Real, compramos una de sus terminales y después llamamos a nuestros contactos en África y América Latina para que carguen un par de aviones y nos la envíen".

El plan es perfecto. Ciudad Real es uno de esos aeropuertos españoles donde el volumen de tráfico aéreo permite no levantar sospechas con la llegada mensual de varios vuelos procedentes de países productores o exportadores de cocaína. Nadie sospechará jamás de lo que realmente se cuece allí.

Todo se va al traste. Los mafiosos se acercan y preguntan por el responsable del aeropuerto. Tienen una oferta que no podrá rechazar, aseguran. Están dispuestos a comprar una terminal.

"¿Para qué?" Pregunta alguien.

"Para qué va a ser, para traer la droga de una forma más sencilla. No sabes lo caro que sale tener una red de mulas. ¿Sabes cuántos culos se han de rellenar con bolas de coca para 'colar' en el país diez toneladas de droga al mes?. Echa cuentas"

El tipo asiente. Visto así. Les pide que tomen asiento, mientras él avisa al 'encargado' y telefonea a los pelochos, para preguntar por el número de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) a la vez que entra en un sorteo de unas entradas de cine. Porque ser responsable no exime de aprovechar las oportunidades que a uno se le presentan. La operadora le pregunta si desea que le ponga en contacto, el tipo responde con un "sí, por favor". Un tono, dos tonos...alguien al otro lado de la línea.

Explica que tiene sentados en el aeropuerto de Ciudad Real a unos mafiosos interesados en comprar una terminal para traer una tonelada de droga al mes. Pregunta qué hace, si se la vende o si espera a que vengan a detenerlos. Un negocio así no se cierra todos los días.

"No nos engañemos" les dice a los agentes "este aeropuerto, como otros de nuestra geografía, son como esas pistas forestales que los narcos construyen en sus laboratorios en mitad de la selva. Su actividad no es mucho mayor y su sensación de estar aislados es idéntica. No me extraña que crean que puede servir a sus intereses. Si hasta puede que los confundan"

El policía asiente. Es incapaz de responder al por qué de algunas infraestructuras cuya construcción ha supuesto inversiones multimillonarias y su funcionalidad es cuanto menos dudosa. Y si bien ve, por ejemplo, una cierta utilidad para actividades al margen de la ley como el tráfico de drogas, por su tranquilidad, su poco control, no deja de apuntar que se trata de negocios ilegales y que, como tales han de ser perseguidos y castigados.

"Ya es mala suerte. Para un comprador interesado en dar servicio a las instalaciones, va y resulta ser una mafia del narcotráfico”-le dice mientras se aleja con uno de los detenidos.

El tipo del aeropuerto se encoge de hombros. Así es la vida.