Hoy he escrito mis dos
primeras cartas con carácter marcadamente navideño. La proximidad
de las fiestas me ha impulsado a ello porque deseo que esa imagen del
hijo que vuelve a casa por Navidad que tantas veces he visto por
televisión en un anuncio de turrones siga siendo así. No tengo
ganas de que en 'mi anuncio navideño' la madre fallezca de un
reventón al cenarse, sola, un pavo de siete kilos acompañado con
una olla de sopa y de postre una montaña de piña natural, además
de aperitivos varios y litros y litros de refrescos, vino y cava,
mientras sus familiares subsisten tirados en la terminal de un
aeropuerto, con un bocadillo reblandecido cuyo embutido es difícil
de describir aunque en la etiqueta asegure tratarse de salami. Porque
eso es lo que temo pueda llegar a suceder de acuerdo con lo extraído
de las últimas negociaciones entre la compañía aérea Iberia y el
SEPLA, el sindicato de pilotos.
No es la primera vez que
sucede. En los últimos años el sector aeronáutico, por un motivo u
otro, parece vivir volcado en promulgar los valores de la Navidad
entre los usuarios: fraternidad, paz, amor, solidaridad... y para
ello 'inventa' pretextos absurdos como controladores en pie de
guerra, compañías aéreas que echan el cierre con los que poder
dejar en tierra a cientos de personas, en una clara invitación a
redescubrir y compartir el espíritu de estas fiestas tan señaladas.
Este año 'la excusa'
para congregar a personas y familias en las terminales de los
aeropuertos con el único fin de hacerles partícipes de la 'magia
navideña' podría ser una huelga de pilotos, dado que las
negociaciones del convenio continúan encalladas, en punto muerto. De
hecho, me inclino a pensar que hace tiempo que 'el punto' ha sido
incinerado y sus cenizas esparcidas por alguna de las pistas de
aterrizaje de Barajas.
La huelga, la habrá, sí
o sí, eso es algo que el SEPLA ha dejado claro. Ahora queda decidir
cuándo, pero teniendo en cuenta acciones anteriores, es probable que
estas navidades por las puertas de embarque de algunos aeropuertos
españoles se oigan 'villancicos' tan clásicos en estos últimos
años como 'Esto es una vergüenza', 'Vuelan menos que las palomas de
las grandes ciudades' o 'quiero el libro de reclamaciones, ¡ya!'.
Aeropuertos afortunados,
esos. Otros en cambio, celebrarán las navidades solos, sin
pasajeros. Con suerte, habrá algún controlador en la torre, no vaya
a ser que en otro de los que sí tienen tráfico, unas obras
inoportunas dejen algunas pistas de aterrizaje sin alumbrado.
Yo, como ya he dicho, he
escrito dos cartas. La primera dirigida a mi madre, rogándole que,
en caso de no hacer acto de presencia el día de Nochebuena, desista
del intento de acabar con la comida que haya preparado y que
contemple la posibilidad de guardarla en 'tuppers' hasta después de
navidades, momento en que, con toda probabilidad, subiremos a bordo
de un avión de nombre 'Rudolph'.
La segunda, es para Papá
Noel. Le he preguntado si él también se acogería a una huelga,
caso de haberla, porque al fin y al cabo es piloto, aunque pilote un
trineo tirado por renos voladores, y a lo mejor afiliado al SEPLA. Si
no es así, le pido como regalo que me suba en su trineo y me lleve a
casa de mi madre.
Si es listo además de
repartir regalos y felicidad, montará diversos trineos, uno tirado
por cada reno, y abrirá la compañía aérea Air Noel. Si hay huelga
de pilotos y si cae en Navidad, seguro que gana una fortuna.