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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Necesito un crédito, tengo un familiar enfermo y he de pasar la noche en el hospital

La Sanidad es uno de los muchos servicios públicos sensiblemente afectados por la austera política económica de recorte. En Catalunya, el Gobierno de la Generalitat ya ha telefoneado al afilador en varias ocasiones para que pula la tijera, cuyo filo se ha quedado romo de tanto cortar aquí y allá. Es tanto su trabajo que podría crearse un cargo específico para él, algo así como “Amolador Oficial de la tijera presupuestaria de la Consejería de Sanidad”. Soy de los que quiero creer que algunos de los reajustes son lógicos y que el problema radica en que no se han explicado al conjunto de la sociedad con suficiente claridad. Por eso puedo hasta excusar algunas medidas de contención del gasto. Sí es para preocuparse y mucho, el rumbo que empieza a tomar en ciertos lugares esa necesidad de hallar ingresos recurrentes. O por lo menos, así se desprende de la noticia de ABC donde aseguran que en cierto hospital de Barcelona cobran al familiar por dormir velando al convaleciente.

El artículo es demoledor. Alquilar una cama cuesta en torno a los 70 u 80 euros diarios y unos 47 euros una butaca. Y si bien aclara que portavoces de la dirección de este conocido centro hospitalario barcelonés han admitido que se trata de una práctica habitual en unidades como las de Maternidad, donde el número de camas libres es mayor, recalca que esta práctica está propagándose a otros centros, como el Hospital de l'Esperança (Barcelona) o el Hospital de Igualada. Una pista, en él se operó "Por qué no te callas". Me pregunto si a sus familiares les cobrarán o si por el contrario algún pobre diablo de otra planta dormirá esa noche al raso o en una silla de ruedas para que disfruten de la confortabilidad de un colchón doble. 

Por mi parte creo que es de vital importancia averiguar si dormir en el suelo también está tarificado y si las camas y butacas están a precio de Hotel u Hostal, el duro cemento lo está al de Cámping de tercera categoría, de esos que no tienen piscina y una sola ducha por cada setenta tiendas de campaña. Y si los alquileres incluyen la ropa de cama y la almohada o eso se considera un extra. Porque el problema ahora ya no es caer enfermo, es que lo haga alguien cercano a ti.

Me imagino ingresando a mi abuela de ochenta y muchos años, con una mano tomando la suya y en la otra sosteniendo el teléfono móvil mientras gestiono un préstamo de 6.000 euros con una empresa de crédito rápido.

“¿Cuál es el motivo de su solicitud?” me preguntarán. “Tengo un familiar enfermo y no sé cuánto tiempo estará ingresado en el hospital”, responderé. “Entiendo...¿sabe si incluyen la ropa de cama en el alquiler? Concluirá la teleoperadora antes de decirme: “ya dispone de sus 6.000 euros para sufragar su estancia en el hospital, Sr. Criadordesapos. Espero que su familiar tenga una pronta recuperación. Adiós, buenos días”.

O eso o la alternativa de despedirme de mi abuela cuando finalice el horario de visitas: “Me voy, ya me pasaré mañana si es que no has estirado la pata”.

La tele de pago. El agua de pago. Ahora también de pago la butaca donde 'maldormir' y dar vueltas toda la noche mientras haces compañía a alguien que se recupera de alguna dolencia o intervención que ha requerido hospitalización. Mañana, quién sabe.

Igual instalan un contador como el de los taxis a los pies de la cama y empiezan a cobrar por minuto de recuperación al paciente. O una pequeña barrera como la de los aparcamientos, con una garita y un guardia dentro en la puerta de la habitación. Paciente, a pupilaje. Visitante, a tanto el minuto de visita y a pagar por fracciones de un cuarto de hora.

O mejor, en la entrada del hospital unos tornos con una tarjeta que indique la hora de entrada y la de salida. A pagar por el tiempo de estancia, independientemente de si se es paciente o visitante, con posibilidad de finaciar en cómodos plazos y con descuentos por pronto pago. Se acepta Visa, Mastercard, Euro6000 y American Express.

Por eso, si Nostradamus levantara la cabeza reconocería que profetizar el fin del mundo conocido con efecto inmediato es un juego de niños en comparación con tratar de aventurar hacia dónde va la Sanidad Pública. Para lo primero aseveraría no necesitar revelaciones vaporosas ni visiones apocalípticas Un simple periódico es suficiente. Sus páginas vienen salpicadas de augurios, de señales indicadoras de que la humanidad ha iniciado su viaje sin retorno hacia la autodestrucción, trufadas de tipos que se enfadan con sus amigos y los arroja al mar en su coche con él al volante, de asteroides que pasan 'rozando' junto a la Tierra o de futuras paternidades inquietantes como la de Paquirrín. Para lo segundo, te diría que hasta Dios Todopoderoso, se vería en la obligación de admitir problemas técnicos en sus sistemas de omnisciencia.