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miércoles, 2 de marzo de 2011

Tranquilo doctor, me opero yo en casa

Las arcas de la Generalitat de Catalunya están tiesas. Por no haber no habría ni unas tristes telarañas que las 'decoren' porque como buenos catalanes habrían encontrado utilidad incluso para esos hilos pegajosos con los que se tejen. Uno textil, como confeccionar uniformes de Mossos d'Esquadra, por ejemplo. Sin embargo hay un elemento imprescindible, sin el que los catalanes no podríamos vivir, las embajadas en el extranjero. ¡Qué suerte que el nuevo Gobierno lo haya detectado tan rápido y que se haya apresurado a afirmar que no se cerrarán ninguna de las ya existentes, al contrario, no se descarta que en la vigente legislatura abran las puertas de alguna más 'si conviene'. Ningún catalán se lo plantea, ni por un segundo, conviene y mucho. Podemos sobrellevar un aumento del paro, un 'tijeretazo' presupuestario en Sanidad, pero no tener una delegación en... no sé, Abjasia, Suazilandia o Vanuatu. ¡De eso ni hablar, con la falta que nos hacen!

Sólo unos pocos, un puñado de descerebrados sin dos dedos de frente y sin criterio entre los que me incluyo, se convierten en 'Temblors' (muñecos que se activaban con el más leve susurro, echándose a temblar de miedo) al oír a cualquier político decir: 'si conviene'.

Porque cuatro años de legislatura son muchos años y 'si conviene' es tiempo más que suficiente para que las nuevas embajadas catalanas florezcan como setas. Y no puedo dejar de imaginarme a Artur Mas como el Padre Abraham, aquel personaje entrañable que cantaba con los Pitufos, sólo que aquí, en el póster, aparecería rodeado de 'Catufets' (basta sustituir el gorro blanco por uno rojo) saliendo cada uno de sus setas-embajadas, todas ellas con elementos arquitectónicos característicos del lugar en que se encuentran ubicadas.

Por lo menos, y eso es algo positivo, el actual Presidente de la Generalitat de Catalunya ha apostado por regresar a la fórmula original y hacer de estas embajadas delegaciones centradas en promover en el exterior acciones en materia de política económica.

Mientras tanto, los catalanes podemos esperar más a operarnos de una cadera o de unas cataratas. De hecho, un buen amigo que se gana la vida ideando publicaciones por fascículos, me comentaba a modo de broma -o eso creo yo- después de haber tomado unas cervezas, que no descartaba proponer a la Generalitat una especie de acuerdo para editar la colección: 'Tranquilo doctor, me opero yo en casa'.

'Si las listas de espera se incrementan, si por las tardes se cierran quirófanos...una solución podría ser la de editar una colección de cómo intervenirte quirúrgicamente en tu propio domicilio, ¿no?. Con el primer fascículo: extracción de un lunar, de regalo, un bisturí y un esterilizador de material'.

Mi respuesta, también en broma -o eso creo- fue que: 'puestos a hacer negocio, lo mejor sería crear Telecirujano, una empresa en la que solicitas un cirujano a domicilio. Que hace seis meses tus ojos tenían un salto de agua y ahora se puede ver el Niágara en ellos, pues llamas a Telecirujano y en dos horas se plantan en tu casa, te operan, y te dejan una vista que ni la de un lince'.

No le dí más vueltas al asunto hasta más tarde, justo antes de acostarme, que es también justo el instante en que se me ocurren muchas de estas ideas absurdas y no me pareció tan descabellada... Telecirujano, humm...

En fin, que a día de hoy, si a alguno de vosotros se os ocurre un logotipo y un eslogan pegadizo que me lo haga llegar por favor, porque nunca se sabe...