El ser humano parece
haber caído presa de la extraña necesidad de etiquetar y clasificar
todo cuanto le rodea, de buscar 'denominación de origen' a usos y
comportamientos sociales que embarullan aún más nuestra existencia
como individuos sociales. Cuajar tu carácter como ser humano dentro
de una sociedad ya es de por sí suficiente trabajo como para que
encima una panda de 'gurús' e 'iluminados' obsesionados con la
teoría de conjuntos se dediquen a fragmentar tu persona según te
ajustes a los diferentes criterios de millones de variables, desde el
año en que naciste a tu sexualidad. Pero verse con más 'tags' que
un 'post' en Internet es el menor de los problemas. El verdadero
problema es que a veces algunos 'tags' pueden figurar en una, dos o
más variables. Y un error de etiquetado puede ser letal. Es el caso,
por ejemplo, de 'herbívoro' en Japón.
Mi abuelo, que posee la
sabiduría casi centenaria de quien ha vivido muchos años y muchos
de ellos antes de que existiesen las 'tendencias' y las 'tribus
urbanas', encontraría otro término para esos japoneses 'herbívoros'. Es de esas personas con una capacidad de síntesis fuera
del alcance de los jóvenes, de las pocas capaces de simplificar la
inmensa maraña de etiquetas a unas pocas, al que tanto le da si eres
Grunge, Hippie, Heavy... porque si llevas el pelo largo eres un
'melenas' y si le apuras hasta un 'piojoso',.
Y es que según una
noticia publicada por La Vanguardia, los varones japoneses muestran
cada vez menos interés por el sexo. Un estudio así lo indica. El
60% de los hombres de entre 18 y34 años no tiene pareja y sus
principales preocupaciones, además de su desinterés sexual, se
centrarían en otros aspectos más relacionados con su imagen, como
la ropa o la dieta. Bautizados como 'soushokukei-danshi' ('hombres
herbívoros') mi abuelo los describiría como: 'esos japoneses
maric....'
Yo, al tiempo que anotase
estas nuevas definiciones para un determinado grupo social, explicaría
a mi abuelo que la conducta de esas gentes es hasta cierto punto
comprensible. Le diría que en los tiempos en que vivimos todo esta excesivamente sexualizado, que existe tal saturación de esta clase de contenidos que es factible que haya quien pueda llegar a
aburrirlo. Son los que abogan por regresar a los orígenes, a la
esencia y no al acto mecánico, los que apuestan por redescubrir el
mundo de los sentidos y los sentimientos.
En ese punto mi abuelo, a
buen seguro, se giraría y le diría a mi abuela: 'lo que te
dije, es palomo cojo'.
Para tratar de no
infartar a mi pobre abuelo, aceptaría ir a 'estudiar' a una de las
escuelas de nueva creación que más me han llamado la atención. Se
encuentra en Viena y es para mejorar en tus artes amatorias. Hasta
aquí no hay gran diferencia con cualquier otra 'escuela de ligue'.
Pagas un precio elevado, nada más ni nada menos que 1.600 euros,
para que un tipo te dé cuatro consejos para que al acabar el coito
te digan 'torero, torero' y te saquen a hombros del ruedo en vez de
pedir tus dos orejas y el rabo, sobre todo el rabo.
Lo verdaderamente
original radica en que aquí además de teórica existe práctica. Es
decir, que los estudiantes, según recoge una noticia publicada en
ABC, tienen dormitorios mixtos para 'hacer los deberes': caricias,
posturas...
Si la iniciativa prospera
no descarto que alguien se decida a 'importar' la idea a España para
hacer de negocio generalmente mal visto uno de carácter 'cultural'
con el que optar a subvenciones del Ministerio de Cultura o de
Educación.
Ya imagino al gerente
del club de carretera, 'El cofre del tesoro', rellenando el
formulario tipo para pedir una ayuda por convertir su establecimiento
en un 'centro de enseñanza'. Su eslógan: 'Nuestra escuela sexual dispone de las
mejores maestras a los mejores precios'.
Yo por mi parte,
continuaré aprendiendo sobre la marcha, porque mi economía no me
permite tantas alegrías como para viajar hasta Viena a desembolsar
1.600 euros. Y entre asignatura y asignatura, a ver si logro ordenar
el galimatías de 'tags sociales' que tengo en mi cabeza.
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Como diría el Conde Drácula si fuese Blogger: "Pero no se quede ahí plantado y entre por su propia voluntad para opinar libremente"