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lunes, 14 de noviembre de 2011

Campañas de marketing falsas y una oficina de la OCU en cada prisión

Los delincuentes españoles están en un serio aprieto por culpa del método policial que la policía del condado inglés de Derbyshire ha ideado para capturar a sus criminales en busca y captura y que no es otro que el de ofrecer una cata de cerveza gratuita. Se acabó peinar las calles fotografía en mano o presentarse en su último domicilio conocido. Unas invitaciones al mismo especificando gratis y a sentarse y esperar que los huidos de la justicia acudan, sin saberlo, a entregarse por su propio pie.

El éxito de la iniciativa en Inglaterra residió en el producto ofrecido. En su caso, unas espumosas y frías cervezas. Pocos pudieron resistirse a la tentación de saborearlas sin tener que pagar un penique por ello y por eso no dudaron en facilitar una hora y una fecha de entrega a la supuesta empresa que les había hecho llegar dicha campaña publicitaria a sus últimos domicilios conocidos. Diecinueve fueron en total los detenidos. Un éxito si se tiene en cuenta que, según recoge el periódico británico The Telegraph, se enviaron varias docenas de invitaciones.

Así pues, no es de extrañar que el jefe de policía del condado de Derbyshire se haya mostrado más que satisfecho por la efectividad de una iniciativa cuyo coste les resultó ínfimo en relación al que requieren los métodos tradicionales y que les ha permitido apresar a delincuentes acusados de la comisión de delitos que van desde el allanamiento de morada a la agresión sexual.

No vería descabellado en absoluto si la policía española se decidiera a importar este sistema para localizar y detener a esos delincuentes escurridizos que tanto cuestan de localizar. En un país donde el 'todo gratis' es casi un 'leit motiv' y donde la publicidad engañosa está a la orden del día (sólo hay que echar un vistazo a las miles de reclamaciones que reciben al año las diferentes oficinas de protección del consumidor por ese concepto) en todos los sectores comerciales, la pesca de 'chorizos' con campañas de marketing falsas sería coser y cantar.

Naturalmente debería crearse una división especial, algo así como la 'Policopy', mitad policía, mitad copy creativo. Agentes capaces de crear anuncios llamativos, de disfrazarse de teléfono móvil, de porción de queso suizo o de tubo dentífrico cuando la ocasión lo requiera. Agentes que dominen el arte de repartir 'flyers' a la salida del metro o de clavarlos en los parabrisas y las ventanillas de los coches como si fuesen 'shurikens', de convertirse en repartidores de publicidad profesionales.

También se incorporaría en plantilla a algún famoso, para dar 'solera' a los anuncios. José Coronado o María Patiño, por ejemplo, y un teléfono de atención al cliente.

Por su parte, la OCU, abriría una oficina en cada prisión porque el número de apresados se incrementaría en el mismo número que sujetos denunciando ser víctimas de una práctica de publicidad engañosa.

Me dijeron que me regalaban un reloj y lo único que me llevé a las muñecas fueron las esposas de un policía” podría ser alguna de las múltiples argumentaciones. Eso siempre y cuando, claro está, la policía no cumpla con lo publicitado.

En caso de cumplir, el discurso del detenido sería otro muy distinto y sin lugar a queja. “Me han trincado, pero míralo por el lado bueno, cuando salga dentro de un par de meses no tendré que robar un iPhone 4S, ya lo tengo...¡y gratis!

Sea cual sea el resultado, una cosa está clara en este asunto. La publicidad engañosa no va a dejar de existir, aunque aparentemente sea por una buena causa. Mientras haya incautos al margen o no de la ley, habrá tipos dispuestos a sacar partido de su candidez vendiendo duros a tres pesetas, letras pequeñas que hacen de un presunto chollo la mayor de las maldiciones existentes sobre la tierra.

Por último, serviría como primer paso para la plena reinserción en la sociedad que alguna de esas campañas de marketing falsas fuesen como las del 'aceite de oliva', es decir, cincuenta delincuentes encerrados en un autobús de visita a Covadonga con tres o cuatro agentes de policía hablándoles sin parar durante más de siete horas de las ventajas que tiene un ciudadano honrado sobre otro que no lo es a la hora de llevar la fabulosa pulsera magnetizada que regalan? “El efecto no es el mismo en uno que en otro. Os lo aseguro. Los iones no se cargan de la misma manera”, les repetirían hasta la saciedad, una y otra vez.