No sé cuántas veces a
lo largo de mi vida habré oído a alguien pronunciar indignado la
frase 'si los hijos de puta volasen, no veríamos el cielo'. Hasta
hoy mi bonhomía innata me llevaba a creer que si al alzar la vista
al cielo mis ojos sólo percibían una bóveda celeste límpida,
azul, salpicada de nubes algodonosas y con un fulgente sol dibujado
en su punto más alto, era, simplemente, porque la gente es buena por
naturaleza y que su benevolencia era valorada y correspondida. Hoy,
por un instante, me han hecho dudar, pensar que he vivido en el
engaño, y que si los 'hijos de puta' no 'enladrillan' el cielo no es
porque no vuelen sino porque les pesan demasiado los bolsillos para
poder hacerlo.
La culpa la ha tenido un
titular de una noticia acerca de un estudio que han realizado
investigadores australianos y cuyas conclusiones, resumidas en un
breve debajo del titular, venía a decir que las personas menos
'amables' en los entornos laborales, los más agresivos y maleducados,
perciben una remuneración salarial hasta un 18% mayor que las
'afables' en igualdad de condiciones.
Sin dudar me he sumergido
en el texto de la noticia. A nadie le gusta descubrirse de la noche a
la mañana como un 'Prometeo laboral', encadenado a su puesto de
trabajo mientras su 'Zeus' particular envía su 'águila-informe de
tapa dura y encuadernado en espiral' desde las alturas de su
despacho, para que devore tu hígado un día sí y otro también, sin
opción de mejorar profesionalmente.
Para una persona como yo,
que cuando llega a la oficina da los buenos días hasta a los abrigos
que los compañeros cuelgan en los percheros, saber que preguntar por
los hijos de mi compañero de la izquierda o por la salud del perro
de la secretaria del jefe, que anda algo pachucho del estómago, era
poco menos que soldar eslabones más gruesos y pesados a las cadenas
de la mesa de mi cubículo, representaba una revelación difícil de
digerir.
Las primeras líneas del
artículo no invitaban al optimismo, pero regalaban un dato 'curioso'
y que no es otro que averiguar que hay discriminación hasta en
materia de 'mala leche laboral'. Porque según el estudio en
cuestión, cuando se trata de mujeres, el salario de las empleadas
'desagradables' puede llegar a ser sólo de hasta un 5% más que el
de las 'afables'. Es decir, víctimas de la injusticia hasta en la
injusticia.
Para suavizar el asunto,
la periodista, ha procurado introducir un 'aviso para navegantes' en
forma de declaraciones y valoraciones varias de personal dedicado a
la gestión de recursos humanos y al 'entrenamiento' de directivos,
'coaching', lo llaman ellos. La agresividad no es en esencia
negativa, al contrario, puede resultar beneficiosa, pero siempre que
sea bien entendida.
Así que no está todo
perdido. En mi caso, he buscado una empresa de 'coaching' para el
trabajador. Quiero aprender a ser 'agresivo' bien entendido. La
primera norma, no saludar no es del todo malo, escupir está
prohibido. Malo. No se hace. Caca.
El problema será qué es
lo que entiende el 'Zeus' de la empresa como agresividad beneficiosa,
no tóxica. Porque no es lo mismo un directivo que cobre 3 millones
de euros al año y cuyo despido a la empresa le suponga venderse
hasta los calzoncillos del Presidente que un 'pelagatos' mileurista
que ha de traerse los bolígrafos de casa porque estamos en crisis.
Quizás el primero pueda
ser 'agresivo' hasta el punto de orinarse en los informes que le ha
dejado el Director de Marketing sobre la mesa porque se sabe a salvo,
mientras que el segundo, duda hasta de dar un manotazo a la máquina
de refrescos que se le ha tragado la moneda, no vaya a ser que esa
'agresividad' desmesurada pueda ser interpretada como una falta
grave, como maltrato a un 'trabajador informatizado' y se vea de
patitas en la calle antes de la hora de comer.
Para terminar un sabio
consejo de la ´ínclita' Lindsay Lohan. En una entrevista para
Playboy, que acompaña con unas fotos preciosas con sus mejores
encantos, la actriz reconoce que “durante
los últimos cinco años, he aprendido que el tiempo vuela más
rápido de lo que uno piensa. Sólo se vive una vez y por eso debo
aprender de mis errores, luchar por mis sueños y ser responsable”.
En
su caso, quizás quiera decir algo así como,“me he hartado de
enseñar las tetas sin ver un duro y en un acto de responsabilidad me
he decidido a cobrar por ello”. Sin embargo, para alguien como yo,
dado a extraer lecturas positivas de todo, esta revelación vendría
a decir que 'nunca es tarde para ser un hijo puta volador'.
Lo malo es que no sé si sabré porque un cordero por mucho que aprenda a aullar no va a dejar de seguir siendo un cordero.