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martes, 13 de diciembre de 2011

Tu familia me importa un bledo, yo cobro un 18% más que tú

No sé cuántas veces a lo largo de mi vida habré oído a alguien pronunciar indignado la frase 'si los hijos de puta volasen, no veríamos el cielo'. Hasta hoy mi bonhomía innata me llevaba a creer que si al alzar la vista al cielo mis ojos sólo percibían una bóveda celeste límpida, azul, salpicada de nubes algodonosas y con un fulgente sol dibujado en su punto más alto, era, simplemente, porque la gente es buena por naturaleza y que su benevolencia era valorada y correspondida. Hoy, por un instante, me han hecho dudar, pensar que he vivido en el engaño, y que si los 'hijos de puta' no 'enladrillan' el cielo no es porque no vuelen sino porque les pesan demasiado los bolsillos para poder hacerlo.

La culpa la ha tenido un titular de una noticia acerca de un estudio que han realizado investigadores australianos y cuyas conclusiones, resumidas en un breve debajo del titular, venía a decir que las personas menos 'amables' en los entornos laborales, los más agresivos y maleducados, perciben una remuneración salarial hasta un 18% mayor que las 'afables' en igualdad de condiciones.

Sin dudar me he sumergido en el texto de la noticia. A nadie le gusta descubrirse de la noche a la mañana como un 'Prometeo laboral', encadenado a su puesto de trabajo mientras su 'Zeus' particular envía su 'águila-informe de tapa dura y encuadernado en espiral' desde las alturas de su despacho, para que devore tu hígado un día sí y otro también, sin opción de mejorar profesionalmente.

Para una persona como yo, que cuando llega a la oficina da los buenos días hasta a los abrigos que los compañeros cuelgan en los percheros, saber que preguntar por los hijos de mi compañero de la izquierda o por la salud del perro de la secretaria del jefe, que anda algo pachucho del estómago, era poco menos que soldar eslabones más gruesos y pesados a las cadenas de la mesa de mi cubículo, representaba una revelación difícil de digerir.

Las primeras líneas del artículo no invitaban al optimismo, pero regalaban un dato 'curioso' y que no es otro que averiguar que hay discriminación hasta en materia de 'mala leche laboral'. Porque según el estudio en cuestión, cuando se trata de mujeres, el salario de las empleadas 'desagradables' puede llegar a ser sólo de hasta un 5% más que el de las 'afables'. Es decir, víctimas de la injusticia hasta en la injusticia.

Para suavizar el asunto, la periodista, ha procurado introducir un 'aviso para navegantes' en forma de declaraciones y valoraciones varias de personal dedicado a la gestión de recursos humanos y al 'entrenamiento' de directivos, 'coaching', lo llaman ellos. La agresividad no es en esencia negativa, al contrario, puede resultar beneficiosa, pero siempre que sea bien entendida.

Así que no está todo perdido. En mi caso, he buscado una empresa de 'coaching' para el trabajador. Quiero aprender a ser 'agresivo' bien entendido. La primera norma, no saludar no es del todo malo, escupir está prohibido. Malo. No se hace. Caca.

El problema será qué es lo que entiende el 'Zeus' de la empresa como agresividad beneficiosa, no tóxica. Porque no es lo mismo un directivo que cobre 3 millones de euros al año y cuyo despido a la empresa le suponga venderse hasta los calzoncillos del Presidente que un 'pelagatos' mileurista que ha de traerse los bolígrafos de casa porque estamos en crisis.

Quizás el primero pueda ser 'agresivo' hasta el punto de orinarse en los informes que le ha dejado el Director de Marketing sobre la mesa porque se sabe a salvo, mientras que el segundo, duda hasta de dar un manotazo a la máquina de refrescos que se le ha tragado la moneda, no vaya a ser que esa 'agresividad' desmesurada pueda ser interpretada como una falta grave, como maltrato a un 'trabajador informatizado' y se vea de patitas en la calle antes de la hora de comer.

Para terminar un sabio consejo de la ´ínclita' Lindsay Lohan. En una entrevista para Playboy, que acompaña con unas fotos preciosas con sus mejores encantos, la actriz reconoce que “durante los últimos cinco años, he aprendido que el tiempo vuela más rápido de lo que uno piensa. Sólo se vive una vez y por eso debo aprender de mis errores, luchar por mis sueños y ser responsable”.

En su caso, quizás quiera decir algo así como,“me he hartado de enseñar las tetas sin ver un duro y en un acto de responsabilidad me he decidido a cobrar por ello”. Sin embargo, para alguien como yo, dado a extraer lecturas positivas de todo, esta revelación vendría a decir que 'nunca es tarde para ser un hijo puta volador'.

Lo malo es que no sé si sabré porque un cordero por mucho que aprenda a aullar no va a dejar de seguir siendo un cordero.