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miércoles, 16 de febrero de 2011

Cuando iPhodzilla se convirtió en iPad y en el soporte del futuro

No soy el flamante poseedor de un iPhone, iPad, iPod u otro artilugio 'i' de la familia Apple. Los únicos elementos 'i' que hay en mi vida son 'iPotek' -contrato de semiesclavitud que me liga a un préstamo bancario casi de por vida a cambio de una vivienda en propiedad- e iPan (Haypan en castellano) o lo que es lo mismo, un empleo, que en los tiempos que corren no es moco de pavo.

Tampoco soy especial admirador de Steve Jobs, pero es que tampoco lo soy de otros grandes gurús tecnológicos como puedan ser los 'padres' de Internet o Linux, por ejemplo. Una cuestión de pereza, mea culpa.

Sin embargo, a raíz de lo que he podido ver en el Mobile World Congress, no puedo evitar imaginar al Sr. Jobs, en su casa, desternillándose de la risa, viendo en su iPad las apuestas de futuro que las demás compañías muestran en Barcelona mientras tira de hemeroteca para releer las reacciones que en su día suscitó la presentación de su 'tablet'.

Ahora, con más de 17 millones de iPads repartidos por todo el mundo, tampoco he podido resistir la tentación de imaginar cómo Apple fraguó su creación, algo que según mi hiperexcitada imaginación sucedió, detalle arriba, matiz abajo, de la siguiente manera:

El sol brillaba en lo alto y el azul de un cielo sin nubes hacía presagiar al Sr. 'i' -ese es el nombre en clave de Jobs en Apple y el motivo de que todos los productos que lanzan vengan antecedidos por dicha vocal- que esa misma mañana volverían a revolucionar el panorama informático alumbrando un nuevo 'iNvento'. 

Cuando cruzó las puertas de la sala de reuniones se encontró que el resto de los convocados estaban ya sentados e impacientes por empezar. 'I' los saludó cordialmente, se acomodó en su silla y con un ademán indicó a los ingenieros y técnicos que podían empezar a mostrar sus maravillas.

Nada de lo que veía acababa de convencer al Sr. 'i' y ya en las postrimerías de la reunión tenía claro que de allí la única idea válida era la de coger el iPhone 3GS, hacerlo cuadrado y llamarlo iPhone 4. Después le añadirían unas cuantas funcionalidades más y andando, que es gerundio.

Al finalizar la exposición de líneas de trabajo el sr. 'i' se levantó y mostró un folio en el que había dibujado varios recuadros, a modo de botones de aplicación. ¿Qué es esto? preguntó a los presentes.

Nadie, a excepción de un ingeniero, respondió. 'Un iPhone anabolizado. No, mentira, es iPhodzilla' bromeó. Todos rieron. El Sr. 'i' también. 'iPhodzilla', no era un mal nombre.

Esto, queridos amigos, es el futuro del consumo de contenidos en Internet. Puede parecer un iPhone luchador de sumo, un iPhodzilla, pero esto, amigos míos, es un iPad. Y dicho esto, se levantó de la mesa y abandonó la sala.

Muchos el día de la presentación del iPad se mostraron críticos, escépticos y hasta hicieron mofa de ese nuevo 'gadget'. Los mismos que ahora se afanan a presentar 'tablets' y que en sus blogs cantan las excelencias de estos artilugios para el consumo de contenidos en Internet.

No tengo iPhone, iPad, iPod ni ningún otro 'tablet'. Tampoco canto sus excelencias, pero una cosa está clara, hoy es el día en que el Sr. 'i' puede asegurar que no hay fabricante en el mundo que no disponga de su propio 'iPhodzilla' y que, de nuevo, él y Apple vuelven a estar varios pasos por delante en este loco y efímero camino que es el de la tecnología de consumo.