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jueves, 17 de febrero de 2011

OT, de Otitis Trepidante

Operación Triunfo se despide de nuestras pantallas. Me da algo de lástima, lo confieso. Aunque en el plano musical el programa sólo me aportó visitas al 'otorrino' para tratarme de 'oídos sangrantes' a causa del asesinato musical de canciones, en el personal sí satisfizo una inquietud vital que tantas noches en vela me ha hecho pasar desde el día de su presentación: La misteriosa procedencia del nombre de una de sus concursantes, Coraluna.

Afortunadamente, un miembro del jurado, avispado como pocos, arrastraba esa misma inquietud y en una gala no pudo resistirse a preguntar si ese nombre era el resultado de mezclar de forma casi 'quevediana' dos términos: Coral y Luna. No miento si digo que casi se me paró al corazón al oír un razonamiento tan audaz como inteligente, ¡la suma de dos palabras, pues claro!

El enigma estaba resuelto y de paso el de otros objetos cotidianos cuya denominación escapaba a mi entendimiento. ¡Palabras que se formaban a partir de la fusión de palabras! 

Al hilo de este pensamiento, del de cuál será el futuro de Pilar Rubio y mientras veía al agorero de Pedro Piqueras informar que el fin del mundo podía estar desencadenándose incluso en una pequeña localidad albaceteña porque unas cigüeñas habían anidado en unas torres eléctricas tuve, lo que se dice, una visión.

Se trataría de dar una vuelta de tuerca al formato y de buscar a los dieciséis o veinte peores voces de España, con los movimientos más torpes sobre el escenario. Gente que, como yo, la única vez que trataron de imitar en una boda uno de los giros de David Bisbal dieron con sus huesos en el suelo, encima de la abuela de la novia, lo que suscitó una agria polémica (en la que esta vez no intervino Iñaki Gabilondo). 

Historias personales al margen, que ya contaré algún otro día, vía Twitter y con unas copas de más, que es lo que parece que se lleva ahora, el reto sería constructivista y al tiempo un tanto perverso porque bajo la finalidad de instruir a estos 'ceros a la izquierda' residiría el de averiguar hasta qué punto máquinas industriales tan potentes como la productora de programas tipo Operación Triunfo son capaces de convertir en un fenómeno fan al más negado de los negados.

Hasta la fecha hemos visto la punta del iceberg, pero siempre queda la duda...¿podrían lograrlo con alguien con una carencia total de aptitudes?

El programa podría mantener sus siglas de identidad OT, si bien pasaría a llamarse Otitis Trepidante y ya os digo que, de hacerse, en los cástings de Barcelona, a buen seguro que me encontráis en la fila.