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viernes, 28 de octubre de 2011

El español tiene más amor que un oso amoroso

Somos latinos y como tal nuestro carácter es ardiente, apasionado, salvaje. Tenemos más amor que dar en nuestro interior que un Oso Amoroso y todo concentrado en unas bolsas colgantes y peludas. Millones de razones nos aprietan el calzoncillo y el pantalón en nuestra condición de machos alfa europeos. A follar no nos gana nadie, aunque tengamos que pagar.

Confieso que descubrir que España es líder europeo en la contratación de servicios de prostitución y además con holgura me dejó de piedra. Del mismo modo que confieso que no supe si sacar pecho e inflarme como un pavo (rara vez somos líderes en algo) o sentir vergüenza ajena por lo nada o muy poco extendido que parece estar en nuestra sociedad masculina la concienciación de que muchas de esas mujeres son víctimas de mafias organizadas.

Me pregunté con cierto temor que ahora que liderábamos una lista si el Gobierno incentivaría al sector con algún tipo de ayuda, al igual que con otros como los de la construcción, la banca o la automoción, para consolidar nuestra posición en Europa. La secretaria de Estado de Igualdad, Laura Seara, me tranquilizó al presentar junto a la Asociación para la Reinserción de Mujeres Prostituidas el informe acerca de la explotación sexual en Europa y algunas claves para orientar al profesional en la ayuda a estas mujeres.

Por el momento no hay, ni habrá, ningún “Plan P” de prostituta para el proxeneta. Nada de ayudas del tipo: “Te pagamos las comisiones de la tarjeta por cada cincuenta clientes que mojen dos o más veces en una noche o créditos sin intereses para ampliar tu burdel”.

Lo que sí hay es un arduo trabajo de concienciación por delante. Hay quién se rasga las vestiduras cuando se menta al famoso Barrio Rojo de Amsterdam. “Es un expositor de carne que degrada a la mujer” dicen a voz en grito, “una vergüenza, una total indecencia, algo indigno para un país como Holanda”. Lo curioso del asunto es que los holandeses no figuran en las tres primeras posiciones y que los segundos están a años luz de nosotros.

Y es que mientras se grita y se ruboriza por lo que hace el vecino, aquí se tira de Visa o de freno de mano en la cuneta de alguna carretera para justificar con un “no es lo mismo, lo mío es otra cosa”, que el 39% de los varones españoles (se dice pronto) y en especial los de entre 35 y 55 años hayan contratado alguna vez los servicios de una prostituta. El segundo y el tercero son los fogosos suizos, con un 19%, y los no menos fogosos austriacos (15%). Y no, antes de que me lo preguntéis, no sé si cuenta Arnold Schwarzenneger.

Pero volviendo a lo que nos ocupa. Está claro que hemos recorrido un largo camino y que a la luz de los datos todavía nos queda mucho por hacer. Y otra cosa, de haber un Barrio Rojo en Barcelona, cómo se llamaría y dónde se emplazaría. Siendo una ciudad tan turística y como 'la pela es la pela', se me ha ocurrido que se podrían usar edificios emblemáticos como La Pedrera o La Casa Batlló, que tienen muchos balcones a la calle.

¡Vaya mezcla explosiva. Gaudí y tías en ropa interior o sin ella en sus balcones. Menudas fotos iban a salir!

jueves, 27 de octubre de 2011

Una obra "casi" maestra de la narrativa española


Dudo que nadie o casi nadie se haya preguntado en estos meses en que charca infecta de aguas tan opacas como procelosas se había hundido El Criador de Sapos en uno de sus safaris pantanosos, a la caza de batracios salvajes que cruzar con los suyos de granja. Dudo también que la explicación os importe más que saber qué tiene la villa del Águila Roja para ser nuestro Springfield castizo del S. XVIII en donde hay de todo, desde embajadores de Mongolia (por aquél entonces eran embajadas a la orden orden del día junto con las de tártaros, jíbaros, samoanos y pigmeos) al Santo Grial. Si por mi fuera, pintaría a los protagonistas de amarillo.  

Pero os la voy a dar igualmente. ¿He muerto, he resucitado y ahora escribo mientras me tomo una cerveza fría acompañada de una tapa de cerebro fresco? No. ¿Me abdujeron unos extraterrestres y huí aprovechando un despiste cuando discutían acerca del tamaño de la sonda con la que debían explorarme? Tampoco. ¿Me secuestro una fan desequilibrada mentalmente después de acabar de poner al día mi primera novela y se pasó todos y cada uno de mis días de cautiverio repitiéndome la frase “Cabano no puede morir, Cabano no puede morir” hasta que logré hacerle entender que yo no era ni sería nunca guionista de la serie Física o Química? No, pero casi. Entonces...¿qué?

Confieso que la literatura sí tiene la culpa. He revisado una de mis primeras novelas no publicadas, robando horas de sueño a mi cuerpo hasta el punto de ir tan cansado durante el día como para vestir a mi hijo con la ropa de su hermana o de dejar a su hermana con dos sellos en la frente en la oficina de correos y en la guardería, llorando, un paquete con destino Albacete. Pero he terminado y me he decidido a publicarla.

Sin embargo, después de mandarla a diversas editoriales y envejecer esperando respuesta (en eso estamos todavía) descubrí el increíble mundo de la autopublicación y las ventajas del ebook.

Veréis, no sé quién paga 20€ por el libro de un autor desconocido. En cambio, si el precio es 1€...

En fin, animo y emplazo a todos los lectores de este post a adentrarse en la novela “La torpe banda de Agustín González”, divertida como pocas.

Para finalizar os dejo un cebo publicitario, los enlaces donde poder adquirirlo y unas críticas:
Robar un camión de electrodomésticos es fácil, ¿qué puede salir mal? Todo, si los ladrones son la torpe Banda de Agustín González. Y puede empeorar si además la carga esconde el alijo de un importante clan mafioso. Diviértete y disfruta de las hilarantes aventuras de la banda de ladrones más torpe del mundo en el peor mejor robo de la historia

 
Ahí van las críticas:

Una obra maestra del humor poco inteligente de mi hijo”- Conchi, la mamá del escritor.

Quita, quita, me espero a que hagas la peli”- la prima del autor.

¿Bueno se escribe con b o con v?”- un señor escogido al azar de entre dos señores.